lunes, 25 de abril de 2011

¿Qué ocurre, en las personas ciegas de nacimiento, con la parte del cerebro que se ocupa de procesar datos visuales?

En una comparación entre la actividad cerebral de personas que pueden ver y la de personas que son invidentes de nacimiento, se ha comprobado que la parte del cerebro que normalmente trabaja con los ojos para procesar la visión y la percepción visual del espacio puede reconfigurarse a sí misma para procesar información sonora.

La investigación la han llevado a cabo el Dr. Olivier Collignon del Centro de Investigación del Hospital Saint-Justine, dependiente de la Universidad de Montreal, y el Dr. Franco Lepore del Centro de Investigación de Neuropsicología y Cognición.

La investigación se basa en algunos estudios previos que mostraron que los invidentes tienen una capacidad mayor de lo normal para procesar los sonidos como parte de su percepción del espacio.

Aunque varios estudios han demostrado que las regiones occipitales de las personas ciegas de nacimiento participan en el procesamiento no visual, sólo recientemente se ha investigado si la organización funcional de la corteza visual observada en individuos que sí pueden ver se mantiene igual en las regiones occipitales reconfiguradas de las personas invidentes.

La corteza visual, como indica su nombre, se encarga del procesamiento de la visión. La poseen tanto el hemisferio derecho como el izquierdo del cerebro. Ambas cortezas visuales están ubicadas en la parte posterior del cerebro, que se conoce como lóbulo occipital.

El nuevo estudio revela que algunas regiones no requieren de experiencia visual para desarrollar una especialización en el procesamiento de la información espacial, y que están integradas funcionalmente en la red cerebral preexistente dedicada a esta capacidad.

La corteza visual puede reconfigurarse a sí misma para procesar información sonora.

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sábado, 16 de abril de 2011

Nuevos Datos Sobre el Parásito Que Infecta a Cerca de un Tercio de la Humanidad


Un tercio de la población humana está infectada por un parásito llamado Toxoplasma gondii, pero la mayoría no lo sabe. Aunque el Toxoplasma no causa síntomas en la mayoría de las personas, puede ser perjudicial para individuos con un sistema inmunitario muy deteriorado y para fetos cuyas madres se infectan durante el embarazo. Las cepas particularmente peligrosas, presentes sobre todo en América del Sur, son la principal causa de ceguera en Brasil.
El Toxoplasma es uno de los muy pocos parásitos que pueden infectar a casi cualquier animal de sangre caliente. Sus esporas se encuentran en la tierra de los suelos e infectan con facilidad a los animales de granja, como vacas, ovejas, cerdos y pollos. Los humanos podemos resultar infectados al comer carne poco cocida o verduras crudas sin lavar.

"Está en todas partes, y sólo se necesita una espora para infectarse", subraya Jeroen Saeij, profesor de biología en el MIT. "La mayoría de los casos no son fatales, pero producen una infección crónica, durante toda la vida, principalmente en el tejido cerebral y muscular".

El equipo de Saeij está investigando una cuestión clave: ¿Por qué ciertas cepas del parásito Toxoplasma (hay al menos una docena) son más peligrosas que otras para los humanos?
Él y sus colegas han centrado su atención en la cepa tipo II, la que con más frecuencia produce síntomas. Los investigadores han descubierto una nueva proteína de Toxoplasma que puede ayudar a explicar por qué el tipo II es más virulento que otros.

El parásito segrega una proteína llamada GRA15, que provoca inflamación en el organismo infectado. Todas las cepas de Toxoplasma tienen esta proteína, pero sólo la versión que se encuentra en el tipo II causa inflamación, una reacción inmunitaria encaminada a destruir invasores, pero que también puede dañar los tejidos del organismo infectado si no se restringe debidamente. En el cerebro, la inflamación puede conducir a la encefalitis. Esta capacidad de provocar inflamación probablemente sea el motivo de por qué la cepa tipo II es mucho más peligrosa para los humanos.

Las tasas de infección por Toxoplasma varían dependiendo de la zona del mundo. En Estados Unidos, es aproximadamente de un 10 a un 15 por ciento, mientras que en Brasil, y también en Europa, son mucho mayores, alrededor de entre un 50 y un 80 por ciento, aunque resulta más importante el grado de peligrosidad de cada cepa.

Las citadas tasas de infección son, sin embargo, sólo estimaciones, ya que son difíciles de calcular con precisión, porque la mayoría de las personas infectadas no experimenta síntomas.

Una vez establecida una infección, el parásito forma quistes conteniendo muchos parásitos que se reproducen lentamente en el tejido muscular y cerebral. Si los quistes revientan, las células T del sistema inmunitario suelen matar a los parásitos antes de que se extiendan más. Sin embargo, las personas con sistemas inmunitarios muy deteriorados, como los enfermos de SIDA o los pacientes que reciben quimioterapia, no pueden armar una defensa efectiva.

A la larga, Saeij espera averiguar cómo el parásito es capaz de evadir al sistema inmunitario y establecer una infección crónica. Esta línea de investigación podría acabar conduciendo a nuevos medicamentos capaces de obstaculizar esa infección crónica del parásito, o al desarrollo de una vacuna a partir de formas inactivas de él.